Los Parejistas

¿Y qué decir de los parejistas? Allá los ves tomados de la mano, dibujando circunferencias y algún que otro pedal de bicicleta. Ellos matizan la ciudad con sus contornos, sus figuras esbeltas, tan esbeltas que dan asco. Y allá retozan los parejistas y allá se besan los parejistas y allá caminan-caminan y saltan-se-agachan y todo parece una coreografía, ¡tan excelentes los parejistas!
Mientras me siento en el barro sólo para acariciar una paloma, un parejista (que consta, claro, de dos fulanos) toma un helado justo en la vereda d´nfrente. Entonces veo pasar un manojo de nimiedades rebotando de adoquín en adoquín y un parejista se besa deliberadamente junto a un teléfono público seguramente con el objeto de provocar mi más absurda ira. ¡Qué espectáculo los parejistas! ¡Cuánta verdadera pasión los estimula!
Se arrojan se lavan se peinan y acurrucan muy juntos, tan juntos, tan condenadamente juntos y papel de diario y pulpa de naranja y dulce de leche.
Y es entonces cuando la ciudad se muestra peliaguda sin decirme nada, o sí, porque las ciudades hablan a su modo. Así es como caigo de nariz contra el suelo y algo me aplasta y algo me duele y algo presiona y allá los parejistas, felices pedazos de incongruencia, qué bellos los parejistas qué tiernos los parejistas qué magníficos los parejistas qué.


[Miguel Parra]

[14-Agosto-2006]





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