Desayuno

Cuando la muchedumbre es acaso un suspiro me tiento a pensar en ciertas formas de abrazar entrañáblemente un rincón, de amainar un poco con los nervios, de acatar aunque sea uno de los tantos y lamentables dictámenes que surgen de charcos con mugre o de sopas calientes.
Si al menos la concatenación de hechos fuese favorable y una mano no viérase derramando pis y un teléfono no marcase distancias inoportunas y un magistral estado de cosas no ocultase una verdadera falta de respeto. Pero no es así, y por acá las vicisitudes del pan con mermelada andan un tanto flojas, ni qué decir de los arrebatos de adulterada sinceridad, tan en boga en estos tiempos. Resulta triste en verdad, ya que no puede uno siquiera precipitarse a la calle sin que algún fulano intente venderle cualquier chuchería. Es por eso que pueden oirse diálogos elocuentes.

-¿Sabe una cosa? Jamás había visto en toda mi carrera sujeto de tan buen porte como usté, y sepa que años en esto me sobran.
-Me cuesta creerlo, caballero. Uno tiende a menospreciarse en cuanto a lo que estética se refiere.
-¡Pero no diga eso! Usté tiene un brillo especial, creamé... Le sentaría muy bien este sombrero, ¿gusta probarseló?
-¿Un sombrero? ¡Haber empezado por ahí, hombre!
-¡Pero claro! ¡Un sombrero! Y mire qué estirpe, ningún lord dejaría de adquirirlo.
-Comprendo a la perfección. Sí que es muy bello, pero he salido sin dinero por desgracia.
-¡Cuánto lo siento! Pero no desista aún, podemos financiar el pago en varias cuotas, eso le beneficiaría.
-Le agradezco su amabilidad, pero hace diez minutos estoy intentando cruzar la avenida y temo que usté me lo impide, dejemos el sombrero para otro momento.
-Es que usté no entiende, no encontrará una mejor oferta en el mercado.
-Digamé algo, ¿conoce el paradero de su mujer en este preciso momento?
-¿Por qué lo dice?
-No, sólo preguntaba. Que tenga un buen día.

Casos como éstos abundan y entonces uno tiene que buscar la mejor manera de escabullirse, parapetandosé detrás de un RenóDoce estacionado en la vereda o bien emprender una violenta carrera hacia mejores ámbitos vociferando vituperios y abriendosé paso entre la multitud, que es acaso un suspiro, pero no deja de atragantarse con individuos de excelente porte que pronto se lanzarán en busca de un rincón al darse por vencidos en su intento de alimentarse por la mañana.


[Miguel Parra]
[10-Marzo-2007]





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