De los ríos metafísicos

Y acá estoy, paradójicamente leyendo a Oliverio en un tranvía. Podría tranquílamente lanzarme al Sena desde el muelle de Villa Gesell, pero sería una solución casi del todo simplista, aunque ese Casi le otorgue un aire de importacia más bien ficticio.
Arnolf Pedrol me dijo una vez que detrás de mí hay una cantidad impresionante de verdes y que todos nosotros vivimos en un museo, lo cual me resultó interesante teniendo en cuenta todo aquello del tranvía y un tal Johnny Carter. También mencionó algo de una Universidad y una piba llamada Georgia quien era gustosa de meterse en los asuntos de los demás y que viviría mucho más tranquilo con la seguridad de saber que no la volvería a ver nunca, pero que eso era imposible. Así hablaba Arnolf y yo sólo podía concentrarme en aquello del río, del muelle, del sincretismo entre una almohada vacía y una amante esporádica.
Finalmente decidí cortar por lo sano y mandarme a mudar. No había terminado de colocar mi pie fuera del bar que ya notaba una sensación extraña en la nuca, lo siguiente fue descubrir que la camisa estaba empapada y que el ambiente se presentaba excesivamente húmedo. Quise pronunciar un puñado de palabras, tal vez una frase, para darle al momento un poco más de trascendencia pero [qué extraño] todas esas [ya no tengo] lágrimas me lo impedían [porqué soportar] y me arrastraban al [todo esto] fondo del río.


[Miguel Parra]
[30-Junio-2006]






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